Nobleza inventada
Pero a diferencia de los peninsulares, los nuevos nobles no dudaban en alquilar las accesorias de sus casas con el fin de obtener ganancias que les permitieron poseer casas de campo en Tlalpan, Tacubaya o San Ángel. Aquellos que no alcanzaban un título nobiliario podían aspirar a obtener los cargos públicos que eran objeto de compra-venta. Para ello era indispensable tener buenas relaciones con el Cabildo de la ciudad, pertenecer al Consulado de comerciantes o alguna cofradía, donar altares, patrocinar conventos, y asistir a banquetes y bailes.
Para acrecentar la fortuna era necesario que sus hijos obtuvieran alguna alianza matrimonial conveniente, emprendieran una carrera eclesiástica o ingresaran --previa dote-- a algún convento. El modelo a seguir estaba dado por la corte virreinal, que al renovarse periódicamente traía las modas y usos de la metrópoli.La ciudad vio multiplicarse numerosas viviendas de mediano valor en las que habitaban artesanos calificados, comerciantes al menudeo, agremiados diversos, profesionistas y algunos herederos de la nobleza indígena venidos a menos. La mayoría alquilaban sus viviendas a los grandes conventos de la ciudad, ya sea en las accesorias de hospitales, conventos y colegios o en nuevos edificios construidos en los antiguos barrios indígenas.
Debido a esto último para 1717 se admite la desaparición de éstos últimos dividiéndose la ciudad en cuarteles.Para el grupo de nacidos en Nueva España, pero con aspecto español les estaban negados muchos privilegios. Para la mayoría la diferencia era compensada por el amor a la tierra y a sus prodigios. De esta manera promovió la canonización de hombres de virtud como Sebastián de Aparicio o Gregorio López, aunque sólo se logró la canonización de San Felipe de Jesús. Los criollos encontraron su mejor aliado entre los Jesuitas, con sus haciendas azucareras pudieron financiar la construcción de sus colegios. El poder que alcanzaron éstos dentro de los ámbitos de la Corona española despertó las sospechas de una sedición, por lo que en 1767 el virrey marqués de Croix ejecuta la orden de expulsión de la Compañía.
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